Hacía ya varias Navidades que la niebla no se apoderaba del
páramo y de los valles pero, en estas, se
ha vuelto tercamente persistente.
Y así, un día tras otro, al mirar
por la ventana, solo se alcanza a ver
los patios de las casas de los vecinos, todo lo que queda detrás, se lo ha engullido la densa cortina
de vaho que moja las aceras, unta las ramas de los árboles, rocía, ahora
cenizas, las hojas abatidas y empapa el pelo y la ropa de los viandantes que caminan como
en una cascada de micro gotas, que casi no se ven, pero que todo lo calan.
Por las tardes, parece que definitivamente retroceda como una lona que se repliega porque remonta hasta las lomas donde se entretiene, zigzagueante, entre los troncos
y las copas perennes de los pinos. Pura estrategia, entiendes luego. Igual que la de los aqueos que se replegaron y los troyanos, como vieron
que se alejaban, creyeron que se
retiraban e hicieron suya la victoria. Y como los griegos, vuelve burlona, a
adueñarse de todo lo que la vista no alcanza
más allá de trescientos metros.
Ya, de noche cerrada, sigue enganchada y las
luces ambarinas de las farolas solo reverberan.
Un placer leer tu blog. Aquí tienes a una "rara avis" a la que le encanta la niebla. Asun.
ResponderEliminarPues ya somos dos: me gusta la niebla, el viento, el frío, las tormentas... y el calor me aplatana.
ResponderEliminarSigue regalándonos estos posts Covadonga.Felices Fiestas. Pilar
Covadonga, coincido con Asunn y con Pilar. Es un placer leerte
ResponderEliminarSaludos,,,José Luis.
P.S. Me encanta la comparación con la táctica militar de los griegos.
Gracias a los tres por vuestros amables comentarios.
ResponderEliminarFeliz 2015.
Saludos.
Covadonga