La literatura no nació el día en que un chico llegó corriendo, del valle neanderthal gritando "el lobo, el lobo", con un enorme lobo gris pisándole los talones; la literatura nació el día en que un chico llegó gritando "el lobo, el lobo", sin que le persiguiera ningún lobo. El que el pobre chaval acabara siendo devorado por un animal del verdad por haber mentido tantas veces es un mero accidente. Entre el lobo de la espesura y el lobo de la historia increíble hay un centelleante término medio. Ese término medio, ese prisma, es el arte de la literatura.
La literatura es invención. La ficción es ficción. Calificar un relato de historia verídica es un insulto al arte y a la verdad.
Todo gran escritor es un gran embaucador, como lo es la architramposa naturaleza. La naturaleza siempre nos engaña. Desde el engaño sencillo de la propagación de la luz a la ilusión prodigiosa y compleja de los colores protectores de las mariposas o los pájaros, hay en la naturaleza todo un sistema maravilloso de engaños y sortilegios. El autor literario no hace nada más que seguir el ejemplo de la naturaleza.
Volviendo un momento al muchacho cubierto con pieles de cordero que grita:" el lobo, el lobo", podemos exponer la cuestión de la siguiente manera; la magia del arte estaba en el espectro del lobo que él inventa deliberadamente, en su sueño de lobo; más tarde la historia de sus bromas se convirtió en un buen relato. Cuando pereció finalmente, su historia llegó a ser dato didáctico, narrado por las noches alrededor de las hogueras. Pero él fue el pequeño mago. Fue el inventor.
Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea.
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