Hace un tiempo decidí pasarme por la sala de fitness de mi gimnasio y dedicar un rato a recuperar mi forma física, quería volver a correr. Hablé con la monitora y me diseñó una "rutina" suavecita. El primer día me aburrí muchísimo, los 20 minutos del pedaleo sobre la bici, se me hicieron eternos.
- Que poco abnegada soy, pensé- Aquí todo el mundo dale que te pego con cara de satisfacción y yo me aburro, ¡caramba qué me si aburro!.
Entonces se me alcanzó, que para hacer de este tiempo algo más pasadero, lo mejor era llevarme un libro; un libro de trama ligerita que pudiera pasar una semana sin leerlo y no tuviera dificultad en recordarla. Pues heme a mí al siguiente día con mi novelita pedaleando en la bicicleta. Pasaron unas semanas y al salir a la sala de fitness, oigo una voz portentosa: “a quién se le ocurre traer un libro al gimnasio”. Era la voz de la rubia de cabeza horquillada y de moreno perenne con la que coincidía, a veces, en el vestuario, que se lo decía al monitor y a todo el que la escuchara, claro. Yo me sentí un poco contrariada y pensé que tal vez tuviera razón. Estaba claro que a esta chica le llamaba tanto la atención que yo llevara un libro, como a mí, que la cantidad y variedad de orquillas que sujetaban su pelo, no le molestaran para hacer ejercicio. A pesar de todo, seguí con mi rutina.
Renovaron el gimnasio, ampliaron la sala, pusieron más y más modernos aparatos. No volví a encontrarme con la chiquita rubia.
Ha pasado el tiempo, he cambiado de horario, ahora voy más a menudo los fines de semana, pero continuo con mis libros facilitos y ya no soy tan particular como a la chica rubia le pareció porque cada vez encuentro a más gente que aprovecha este rato de pedaleo para leer el dominical de algún periódico, alguna revista o algún libro. El que me tiene admirada es un calvito que se lleva unos tochos considerables. También hay algunos jóvenes que se han apuntado la idea y leen .
Hace unos días, el chico que estaba a mi lado leía Les onze de Pierre Michon y cambiamos impresiones:
Hace unos días, el chico que estaba a mi lado leía Les onze de Pierre Michon y cambiamos impresiones:
-¿Qué te parece el libro?
–Bueno, voy por la mitad más o menos y me está costando seguir la historia.
– Sí cuesta, sí. Es un relato de un momento histórico muy concreto de la historia de Francia y de un hecho muy particular.
-Tal vez tengamos que hacer una segunda lectura - propuso.
- Sí, creo que sí.
Pero lo mejor de todo ocurrió el otro día. En una de las bicis había un chico que se reía con ganas. -¡Qué bien se lo está pasando! Miro y veo que estaba leyendo. No pude saber qué leía porque leía en su e-book, ¡qué moderno!- me dije.
Cuando iba para casa, recordaba la escena y pensé en lo que diría la rubia de cabeza horquillada, ahora que somos alguno más los que se nos ocurre llevar lectura al gimnasio además de música en el Iphone.
Pierre Michon.
Éditions Verdier 2009.
Narrativa. 137 páginas.
Grand Prix du Roman de l’Académie Française.
httpw://ww.anagrama-ed.es/novedades/
1 comentario:
Que risa! De estas en mi gimnasio hay unas cuantas!!!
Salut
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