La película comienza con la persecución de una
gacela. Los cazadores la siguen en un jeep, se oyen disparos, pero no la quieren
matar sino cansar. A esta cacería, le
siguen unas secuencias en la que se destruyen unas estatuas tribales de madera con las balas de un kalashnikov.
Después de este preámbulo, aparecen las casas de adobe de Aguelhok, una pequeña
ciudad del norte de Mali, lugar en el que ocurrieron de verdad estos hechos durante la ocupación del norte de
Mali por parte de los yihadistas en el
verano de 2012. Tombouctou, que fue
siempre símbolo de tranquila convivencia
entre bereberes, tuaregs y peuls y que habían tolerado la práctica del islán no
radical, se va a convertir, después de estos hechos, en un lugar muy incómodo
para sus propios habitantes porque los extranjeros yihadistas les imponen unas normas de obligado
cumplimiento: las mujeres tienen que llevar velo, calcetines y guantes, incluso
para vender pescado; no se puede cantar, ni tocar ningún instrumento musical;
se prohíbe sentarse en la calle, incluso delante de la propia casa; no se puede fumar ni beber alcohol, no se
puede ni jugar al fútbol. Todas estas normas son recordadas, a menudo, por
estos hombres que recorren el país en moto y megáfono en mano. Del mismo modo
también les recuerdan cuáles serán los castigos si infligen estas leyes.Y será,
esta violencia de lo cotidiano, el objetivo de la camera de Abderrahmane Sissako que, bajo forma de ficción, nos presenta una cinta con
valor casi de documental en la que
confronta a los hombres y mujeres de esta ciudad con una realidad nueva para
ellos en la que las libertades
individuales están más que contritas por estos hombres que ejercen un gobierno del terror: se nos muestra por
ejemplo la aplicación pública de los
castigos o como se encaraman a los tejados de las casas por las noches para
espiar a sus habitantes, con los que, por otra parte, estos hombres venidos de fuera no pueden
comunicarse directamente porque solo
hablan árabe y en Malí, se habla el bambara o el tamashek, por lo que se tienen
que hacer acompañar por traductores. Sissako no se olvida de mostrarnos a los
yihadistas en su propia hipocresía: uno de ellos se esconde para fumar tarea vana, porque todos lo saben.
La película la conforman pues, un llamativo abanico de perfiles de opresores y oprimidos en un buen número de
situaciones que se entrelazan; como queda entrelaza la historia de la familia acomodada
de tuaregs que vive en su jaima alejada de la ciudad -y por tanto de todo lo
que allí acontece- y aunque todos sus vecinos se han ido ya, ellos siguen con
sus cabras y sus vacas, pero será por una de ellas, GPS, por la que todas las
desgracias se conciten.
Esta película mezcla
la crueldad con situaciones absurdas, de
humor grotesco que hacen que la cinta adquiera un tono casi intimista donde
resalta una magnífica fotografía.
El final, para mí, fue desgarrador. Hacía mucho que
no salía del cine acongojada; los dos chicos quedan solos y desamparados en el
desierto y corren y corren, como lo hacía al principio, la gacela perseguida.
Esto me hizo pensar en que la cantidad enorme de niños huérfanos y desvalidos
de África.
TIMBUKTU
Director; Abderrahmane Sissako
Reparto: Abel Jafri, Hichem Yacoubi, Kettly Noël, Pino Desperado, Toulou Kiki, Ibrahim Ahmed, Layla Walet Mohamed, Mehdi A.G. Mohamed, Fatoumata Diawara, Adel Mahmoud Cherif, Salem Dendou, Mamby Kamissoko, Yoro Diakité, Cheik A.G. Emakni, Zikra Oualet Moussa, Weli Cleib.
País: Mauritania Mauritania. Año.2014.
Duración: 100 min.
*Premios
2014: Premios Oscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2014: Premios César: 8 nominaciones incluyendo Mejor película y director
2014: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
2014: Festival de Chicago: Mejor director
2014: Satellite Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa