A veces, se tarda un tiempo en cumplir lo que se promete. Hace ya unas cuantas semanas que tenía que haber escrito, como le prometí a Mila que lo haría pero nada brotaba; demasiados trajines para encontrar un momento con pausa. No se sabe nunca cuándo llega ese instante; si bien todo tiene el suyo propio aunque, a veces, pueda parecer tarde.
Deben ser este cielo ceniza y las gotas que chocan contra los cristales de estos primeros aguaceros de otoño los que, sin querer, han llenado mis pensamientos del recuerdo de otros espacios. Allí se levantó también nublado y así anduvimos visitando la ciudad y haciendo colas para poder contemplar el gótico lombardo de una de las catedrales más admiradas de Europa. En su interior, el agradable olor a incienso nos acompañó durante la visita. En el exterior, ligeras gotas de lluvia empañaban los objetivos de las cámaras. Estábamos en la azotea del Duomo y, a pesar de la gente y la amenaza de lluvia, se respiraba una cierta calma que invitaba a la contemplación y allí me quedé un momento, abstraída entre contrafuertes y arbotantes, como ahora; por lo que no es de extrañar que enseguida se haya puesto en marcha una sedosa película de instantáneas de distintos paisajes, muchos de ellos de aguas; unas tranquilas como las de los lagos Como, Cuatro Cantones, Lugano, Maggiore, Constanza resguardados por montañas cuyos picos rayaban el cielo. Otras bravas, como en las que el Rhin se alborota en las impresionantes Rheinfall.
Ahora que recuerdo todas estas imágenes, algunas podrían parecer casi iguales, repetidas, pero nada más lejos de la realidad, cada masa de agua guarda su particular secreto abierto a los ojos de los que no cejamos en colmar nuestras retinas de mil y una instantáneas, cuando las cámaras apenas eran capaces de reflejar ya lo que se perfilaba en las montañas, en los despeñaderos o lo que reflejaban las dulces aguas, por momentos laceradas por las estelas de las embarcaciones.
Otras imágenes igualmente entrañables me devuelven a las calles de las urbes cosmopolitas y selectas de Suiza - Zurich, Lucerna, Stein am rhein, o de Mónaco o a aquellas otras, también mundanas, que todavía guardan el sabor de los viejos barrios portuarios del Mediterráneo - Niza, Génova, Savona-.
Esto es lo que tiene el pensamiento que te lleva donde quiere, de verdad, que es adonde quiere.
9 comentarios:
Que maravilla es verdad, que bonito escribes!! Manvi.
Anda, mira, si tenias escondido lo bien que escribes. Plas, plas, plas, encantados de haber compartido, aromas, destellos e instantáneas. Carlos.
Hola Covadonga. Tranquila te mereció la pena esperar a estar inspirada,para dedicarnos tan bonito relato.Ángela
Tardeste , pero mereció la pena , muy bonito , me vienen recuerdos de aquellos días en tan agradable compañía. Mila.
Que bien escribes, me gusta.Que bonito lo que escribes, Suiza preciosa, lo poco que vimos, tengo que volver. Conchi.
Me encanta ese modo de vislumbrar lo que vives. Me ayudas a descubrirlo a mí también. Un placer leerte y soñar lo. Un gran abrazo¡¡¡Nelly.
Lo acabo de leer ,muy bonito. Adelita.
Preciosa descripción, Covadonga. Manuel.
Muchas gracias a todos por vuestros amables comentarios. Muy contenta de que os haya gustado.
Un abrazo.
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