Aprovechamos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.
Mario Benedetti.
Después de las vacaciones, no sabía por que libros comenzar a leer y como sigo con el propósito de leer los libros que tengo en mi biblioteca, eché un vistazo a las estanterías de mi casa. Así, recordé la opinión de uno mis profesores más recientes sobre Virginia Woolf y, al ver los dos libros que tengo de la autora, pensé que podía comenzar la temporada con ella y comprobar que es "la mejor escritora del S. XX". Estos dos libros que he leído no hacen más que confirman el lugar destacado en el que Virginia Woolf se sitúa dentro de la literatura. Viginia Woolf fue una escritora muy moderna para su época y su obra,- estas dos al menos- aguanta bien el paso del tiempo.
Las obras, en cuestión son, por una parte, Las olas (The Waves 1931) cuyos protagonistas son seis personajes: Bernard a quien le gusta contar historias; Neville busca el amor; Louis es un hombre de negocios que viene de Australia; Suzanne está muy unida a los árboles, a la naturaleza, a los niños, al hogar; Jinny es bella y seductora y pone mucho cuidado en su aspecto y Rhoda, que está angustiada y busca la soledad. Estos personajes no se conocen entre sí, pero tienen como elemento de unión, el séptimo personaje, Perceval. Para presentarnos a estos personajes, la autora utiliza la técnica del monólogo interior y sin embargo, cuando narran, unas veces parece que sea una sola voz narradora y otras, en muchas ocasiones, parece que sea la propia autora la que hable. De todos ellos, el único que no habla porque está muerto, es Perceval.
La otra novela es Orlando (1928), que es un libro sorprendente.El protagonista cambia de ocupación, de siglos y de sexo a lo largo de la novela y, sin embargo, durante este proceso, el personaje no varia, aunque sí cambia la manera de contar su destino., tal vez por eso, en un momento dado, parece que hayas empezado otra novela.
Seguí con otro autor inglés, éste actual, que igualmente se sustrae a las maneras convencionales de la narrativa actual, Julian Barnes del que leí, El ruido del tiempo ( The Noise of Time 2016). Elegí esta novela porque el título me pareció sugerente, además de porque tenía ganas de leer a Barnes. El ruido de tiempo no es una novela de acción trepidante -por lo menos para el lector-, con lo que no creo que estuviera de acuerdo el protagonista, Shostakovich ya que, después del estreno de la representación de Lady Macbeth de Mtsensk en el Bolshoi de Moscú, su vida cambió, ya que empezó a estar en el punto de mira de la policía secreta de la Rusia de Stalin. Un agente llamado Zakrevsky quiere saber sobre su relación con su patrón, el mariscal Tujachevski, que está acusado de planear el asesinato de Stalin.
Durante estos días, en una de esas conversaciones con Elena M. sobre todo y nada, me comentó que había leído El túnel (1948) de Ernesto Sábato y que le había encantado. A mí también me gustó mucho cuando la leí en mi juventud y, como no recordaba a penas la trama, la he vuelto a leer y, ahora ya no me ha impresionada tanto.
Después seguí con mi propósito de leer a los clásicos rusos y opté por Lev Tolstói y La muerte de Iván Ilich y también Jadzhí Murat, dos novelas cortas. La primera me recomendaron su lectura y me ha gustado mucho. En ella, Tolstói cuenta, de forma excepcional, los últimos momentos de vida del personaje principal que poco a poco se da cuenta de que su existencia toca a su fin y, sobre todo, ve como se comportan las personas que tiene a su alrededor: a los médicos parece que les importan otras cosas más que su curación, sus allegados le mienten, se conducen con hipocresía y superficialidad. Ante esto Ilich se va apagando y la soledad le invadió.
La segunda tiene como protagonista, a Hadji Murat guerrillero caucásico que acabará tomando una decisión con el fin de salvar a su familia.
Como final a estos meses, me decidí a leer El bosque infinito ( Barkskins 2016) de Annie Proulx. De esta autora norteamericana no había leído nada, a pesar de que tenía muy buenas referencias y al ver el libro, pensé que sería una buena ocasión para conocerla, lo único que imponía un poco son sus 848 páginas pero, contar la vida de tres generaciones de dos emigrantes franceses da para mucho. Los pioneros fueron: René Sel y Charles Duquet quienes, en el siglo XVII deciden emigrar a Nueva Francia, (hoy Canadá) y entran a trabajar como hacheros para un francés que los explota. Duquet logra marcharse y gracias a su habilidad para los negocios, consigue fundar un imperio maderero, mientras esquilma los bosques milenarios de Norteamérica y otros países. Sel se queda y se mezcla con los indios, su vida y la de sus descendientes no será ni mucho menos tan confortable.
Tengo que advertir que, la cantidad de nombres que aparecen y el hecho de simultanear el devenir de los miembros de las dos familias, hacen un poco más dificultosa la lectura. Sin embargo, es una novela estupenda de verdad, lo mejor que he leído esta temporada y me ha sorprendido que a esta señora no se le note, cuando escribe, que es americana.
Seguí con otro autor inglés, éste actual, que igualmente se sustrae a las maneras convencionales de la narrativa actual, Julian Barnes del que leí, El ruido del tiempo ( The Noise of Time 2016). Elegí esta novela porque el título me pareció sugerente, además de porque tenía ganas de leer a Barnes. El ruido de tiempo no es una novela de acción trepidante -por lo menos para el lector-, con lo que no creo que estuviera de acuerdo el protagonista, Shostakovich ya que, después del estreno de la representación de Lady Macbeth de Mtsensk en el Bolshoi de Moscú, su vida cambió, ya que empezó a estar en el punto de mira de la policía secreta de la Rusia de Stalin. Un agente llamado Zakrevsky quiere saber sobre su relación con su patrón, el mariscal Tujachevski, que está acusado de planear el asesinato de Stalin.
Durante estos días, en una de esas conversaciones con Elena M. sobre todo y nada, me comentó que había leído El túnel (1948) de Ernesto Sábato y que le había encantado. A mí también me gustó mucho cuando la leí en mi juventud y, como no recordaba a penas la trama, la he vuelto a leer y, ahora ya no me ha impresionada tanto.
Después seguí con mi propósito de leer a los clásicos rusos y opté por Lev Tolstói y La muerte de Iván Ilich y también Jadzhí Murat, dos novelas cortas. La primera me recomendaron su lectura y me ha gustado mucho. En ella, Tolstói cuenta, de forma excepcional, los últimos momentos de vida del personaje principal que poco a poco se da cuenta de que su existencia toca a su fin y, sobre todo, ve como se comportan las personas que tiene a su alrededor: a los médicos parece que les importan otras cosas más que su curación, sus allegados le mienten, se conducen con hipocresía y superficialidad. Ante esto Ilich se va apagando y la soledad le invadió.
La segunda tiene como protagonista, a Hadji Murat guerrillero caucásico que acabará tomando una decisión con el fin de salvar a su familia.
Como final a estos meses, me decidí a leer El bosque infinito ( Barkskins 2016) de Annie Proulx. De esta autora norteamericana no había leído nada, a pesar de que tenía muy buenas referencias y al ver el libro, pensé que sería una buena ocasión para conocerla, lo único que imponía un poco son sus 848 páginas pero, contar la vida de tres generaciones de dos emigrantes franceses da para mucho. Los pioneros fueron: René Sel y Charles Duquet quienes, en el siglo XVII deciden emigrar a Nueva Francia, (hoy Canadá) y entran a trabajar como hacheros para un francés que los explota. Duquet logra marcharse y gracias a su habilidad para los negocios, consigue fundar un imperio maderero, mientras esquilma los bosques milenarios de Norteamérica y otros países. Sel se queda y se mezcla con los indios, su vida y la de sus descendientes no será ni mucho menos tan confortable.
Tengo que advertir que, la cantidad de nombres que aparecen y el hecho de simultanear el devenir de los miembros de las dos familias, hacen un poco más dificultosa la lectura. Sin embargo, es una novela estupenda de verdad, lo mejor que he leído esta temporada y me ha sorprendido que a esta señora no se le note, cuando escribe, que es americana.
Aunque pensaba que después de El bosque infinito no tendría tiempo de leer más antes de las vacaciones, pero tuve ocasión de leer La débil mental de Ariana Harwicz, una novela corta. Tanto a la obra como, a esta autora argentina las conocí tras leer una recomendación de una librería. De esta novela sorprende la manera tan descarnada de contar la relación entre una madre y su hija.
Estos son todos los libros que he leído desde el verano, de los que podía decir que he acertado con la elección y los he terminado con gusto.
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