Después de este verano nefasto y cruel, al volver a casa, no sabía qué leer de todos los libros que me faltan por leer. Ya hace un tiempo que me propuse leer los libros que están en mi casa, especialmente, me prometí leer los libros "gordos" que también están en la sala de espera. La verdad es que he cumplido a medias.
Dadas las circunstancias, me dije que lo mejor era empezar con algo muy ligero, para niños, de una autora suiza, Anne-Lise Grobéty, Tiempo de palabras en voz baja.
El siguiente, fue un autor y una novela clásicos, para adolescentes, Jack London, La llamada de lo salvaje o de como a un perro, que sufre una mayúscula violencia gratuita, se despierta en él, la fuerza de su naturaleza dormida.
Siguió un poco de teatro, Fernando Fernán- Gómez y Las bicicletas son para el verano un clásico ya, que se desarrolla en la época de la guerra civil española en el barrio madrileño de Chamberí.
Después, le tocó el turno a una autora de la que tenía muchas ganas de leer alguna de sus obras, ya que todo el mundo habla muy bien de ella, Sara Mesa y compré Un incendio invisible, que está bien, pero no sé si acerté del todo.
Después, le tocó el turno a una autora de la que tenía muchas ganas de leer alguna de sus obras, ya que todo el mundo habla muy bien de ella, Sara Mesa y compré Un incendio invisible, que está bien, pero no sé si acerté del todo.
Luego ya empecé con uno de los "gordos", con Fiódor Dostoyevski y Los hermanos Karamázov que me ha llevado más de lo que yo había pensado - me dije que hasta Navidad- y al final lo he acabado el día 2 de enero. Esta magna obra no me ha cautivado completamente, como ya me pasó con Crimen y castigo. A este libro, he tenido la impresión de que le falta alma por momentos, por decirlo de alguna manera. Los hermanos Karamázov es muy interesante en varios capítulos y como reza en la contraportada en esta novela, en ella "quedan expresadas las inquietudes existenciales del autor" y como me dijo Albert, también el famoso sentido nihilista de la obra de Dostoyevski, lo que es bien cierto. Por otra parte, hay momentos, en los que me recordaba pasajes de Crimen y castigo, sobre todo, durante el proceso de Mitia. Como veía que no avanzaba lo que me había propuesto porque por momentos da mucho que pensar, intercalé otras tres obras en los ratos perdidos porque este libro no se puede transportar fácilmente y porque prefería descansar de estos hombres tan bien caracterizados y reflejo de la sociedad rusa prerrevolucionaria.
Y teniendo en cuenta la premisa de poder cargar los libros, busqué el cuento de León Tolstoi, El aprendiz de zapatero que me pareció delicioso. Tengo que confesar que Tolstoi me gusta mucho.
Le siguió Fermando Pessoa y La hora del diablo que esta breve conversación con el diablo, es muy interesante.
Y para el viaje, me llevé el libro que Núria me regaló por mi cumpleaños. Recuerdo que habíamos hablado, cuando le concedieron el premio Nobel, de que no había leído nada todavía de Kazuo Ishiguro - ella ha leído varios libros- y me compró, Los restos del día. Me advirtió que estaba bien, pero que ... Coincido con su apreciación, su manera de narrar es poco melódica, pero se lee bien, casi lo acabé durante el viaje de vuelta. Lo terminé al día siguiente y después pude terminar Los hermanos Karamázov y la verdad, es que me sentí muy aliviada.
Ahora, los días se van a ir haciendo más largos poco a poco y vendrán mucho más fríos. Esperamos lluvia, pero esta se resiste. Yo ya tengo el siguiente libro encima de mi mesita de noche, pero creo que tendré que buscar la caja de infusiones para estar preparada por si el frío arrecia tanto como lo anuncian.
Dans le silencieux automne
D’un jour mol et soyeux,
Je t’écoute en fermant les yeux,
Dans le silencieux automne
D’un jour mol et soyeux,
Je t’écoute en fermant les yeux,
Voisine monotone. Paul-Jean Toulet, Dans le silencieux automne.
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