El escritor ha sido el vencedor de la 46ª edición del premio Miguel de Cervantes, el galardón más prestigioso de las letras castellanas. Su nombre ha sonado año tras año en las quinielas. No en vano, se trata de uno de los más importantes creadores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, uno de los últimos representantes de la prodigiosa Generación de los 50, de los niños de la posguerra española, que alumbró poetas como Jaime Gil de Biedma, J. M. Caballero Bonald, Carlos Barral, José Ángel Valente o Claudio Rodríguez.
Para esos poetas amigos también ha tenido palabras de recuerdo Brines, muy delicado de salud, pero con la cabeza lúcida: “Hay gente que no lo ha ganado y que he querido mucho, como Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño o Claudio Rodríguez y otros grandes amigos. He tenido las orejas abiertas siempre y el abrazo también y yo he hecho los mejores amigos dentro de la poesía. Por lo tanto, estoy muy agradecido a la poesía, porque me ha hecho decir lo que nunca hubiera dicho, porque mi poesía ha salido por donde ha querido ella, y yo, diciéndole que sí, dejándome llevar".
El autor de El otoño de las rosas, también miembro de la RAE, ya ganó el Premio Nacional de Literatura en 1986. La última costa (Tusquets), Las brasas (La Palma), Yo descanso en la luz (Visor), Para quemar la noche (Universidad de Salamanca), Jardín nublado (Pre-Textos) o Entre dos nadas (Renacimiento) son otras de sus obras más destacadas.
“Yo diría que creo que soy un poeta de verdad, quiero decir, y esto es importante para mí, que la poesía nace de dentro de mí. Es como una gracia que viene del cielo sin esperar nada. Miramos arriba, pero también tenemos que mirar abajo, porque la tierra es cielo, y entre los dos está el aire, y ahí es donde estamos todos”, apunta Brines, mientras se escucha un teléfono que no deja de sonar. “Tendrás que ir a Madrid a recibir el premio”, le comenta su amiga Àngels. “Bueno, bueno, aunque en Elca se está muy bien”, dice.
«El otoño de las rosas»
Vives ya en la estación del tiempo rezagado:
lo has llamado el otoño de las rosas.
Aspíralas y enciéndete. Y escucha
cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.
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