Cuando el sol se despide pausadamente desde el horizonte y el cielo se cubre de reflejos rúbeos, rosáceos, anaranjados y violáceos; los rayos rezagados se van escurriéndo sobre el amarillo pajizo de los campos que se torna asalmonado. Raudos, se cuelan sigilosos por las rendijas que les conceden las ramas y las hojas de los majestuosos chopos, que ven reflejadas sus frondosas y esbeltas siluetas en las apacibles aguas del Canal. Hasta ellos mismos se sorprenden de la singular belleza de las imágenes que el cauce les devuelve.
Las aguas, teñidas de una superficial capa clorofila, parecen no inmutarse y en su fluir constante y sosegado es como si se sonrieran de la vanidad de la chopera que, en muchos tramos, se ha inclinado para saludar reverencialmente la gentileza de las aguas.
Las aguas, teñidas de una superficial capa clorofila, parecen no inmutarse y en su fluir constante y sosegado es como si se sonrieran de la vanidad de la chopera que, en muchos tramos, se ha inclinado para saludar reverencialmente la gentileza de las aguas.
1 comentario:
Un texto precioso con una gran riqueza de lenguaje, en el que el lector iria a sentir este apacible rincón que ha movido al escritor a reflejarlo con tanta belleza.
R.M.
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