"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









domingo, 2 de diciembre de 2012

ARRULLO: MA NON PRESTO

La tarde seguía cálida, a pesar de que a las seis ya es de noche. El aire es más ligero por estos barrios no tan abigarrados de edificios. Había mucha cola pero, esta vez, ya tenía las entradas. Encontré enseguida la butaca. A mi derecha un asiento quedaba libre. Muy pocos minutos antes de empezar el concierto, lo ocupó un señor solo de talla mayor: tez alba, pelo cano, gafas a lo Kennedy, un poquito más grandes, camisa vaquera azul claro, pantalones camel que cubrían unas piernas que casi tocaban el respaldo del asiento de la fila de delante y que quedaban rematadas con unas enormes zapatillas de deporte: un extranjero. ¿Americano, alemán? Quizá.

Salieron los músicos. Aplausos animados del público. A mi derecha, aplausos formales, achatados, huecos salían de las palmas de unas inmensas manos. Un entendido, uno que conoce de qué va esto –pensé.

Empieza el concierto y a eso del tercer movimiento, empiezo a oír, siempre a mi derecha, una respiración fuerte. ¿Se ha dormido, el entendido? -No, no creo; está disfrutando de la música. La oscuridad del patio de butacas me impedía ver algo más concreto, sin faltar a la discreción. Al poco tiempo, la fuerte respiración se había convertido en liviano ronquido, que se fue mezclando con las filamentosas notas del clavicémbalo, del lisonjero violín, de la afable viola de gamba. Del grato sopor, solo le rescataban los aplausos de final de cada una de las partes de las que se componía el concierto, pero que no le supusieron mucha dificultad en retomar su gustoso letargo. En el momento de los bises, el coloso había completado ya su reparador reposo y, antes de partir, agradeció a los músicos, con las mismas palmadas graves y acompasadas, tan deliciosa nana vespertina.

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