La llegada del otoño siempre me trae alguna 'nueva'. La de éste: la señora Carmen se va. Se acabaron las magdalenas de naranja y las infusiones rojas, azules, verdes y lilas de La Tisanière y los 8 de septiembre con flores y pasteles.
Anoche subió a casa para decírmelo y devolverme las llaves que tenía a buen recaudo desde hace 16 años, en su casa. Cuando me las dio, me acordé de su marido y de las bromas que me gastaba -"rico, pero poco-" cuando iba por su casa a recoger el correo que él sacaba de mi buzón durante las vacaciones.
Como quería dármelas hoy sin falta, esperó a ver luz en la cocina para coger sus llaves y las mías, meterlas en el bolsillo y salir; pero, en el ascensor, se despistó, bajó en vez de subir y se encontró en el vestíbulo. Por suerte, entraba la hija de la vecina del tercero, quien le preguntó que qué hacia allí , la chica le dijo que no se preocupara que la acompañaba hasta mi puerta.
Cuando abrí y las vi, me inquieté un poco pero, en seguida, me di cuenta de que estaba bien, porque al momento, me empezó a contar el motivo de su visita: el próximo domingo se va de su casa para ir a las de sus hijos, a la de uno cada mes; no puede quedarse en una fija porque, en casa de sus hijos, hay nietos y todos están ocupados en cuidarlos pero ellos saben que no puede estar ya sola. Ha aguantado todo lo que ha podido para no molestar a nadie y también para salvaguardar su tranquilidad e independencia, pero ahora su cabeza, su memoria, sus piernas no están tan frescas, por lo que necesita que sus hijos estén un poco más por ella.
Yo la echaré mucho de menos y eso que bajaba a verla menos de lo que me hubiera gustado, pero me encantaba saber que estaba bien y en casa y, cuando la oía levantar la persiana de su habitación hacia las nueve de la mañana, siempre me decía, la Señora Carmen ya se ha levantado y ¡todavía puede con las persianas!, son tan grandes...
Muchas veces pensaba en ella, en sus vicisitudes y en que nunca le he oído ni una queja, ni un lamento; la Señora Carmen se quedó sin madre de joven y ella se tuvo que hacer cargo de su familia, y más tarde, de su tía, luego se casó ... Esta mujer bajita y de aspecto frágil, que siempre acompaña su sonrisa con sencillos consejos de vida y palabras de aliento, sale de su casa a los 95 años por su propio pie y con la tranquilidad de quedarse en familia.
Gros bisous, chère voisine.
Bonne chance.
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