Al escribir este post, me he dado cuenta de que va a ser el primero de Le coin des archives sobre un
casamiento. Y ¿por qué? Tal vez porque ha resultado especial. ¿El qué? Todo un poco: como que ha sido la primera vez que he ido a una boda en la
que yo era la única, de entre todos los invitados, que no sabía que el lunes habría boda, por no saber, no sabía quiénes iban a ser los
contrayentes, (aunque los conocía y me conocían de referencias) y, ni mucho menos, que yo fuera a asistir.
Cuando me dijeron que estaba invitada, me llevé una sorpresa y lo único que se me ocurrió decir fue: "¡Oh gracias, pero no veo qué puedo hacer yo allí!”. Sin embargo, la cordial insistencia de la novia y los sutiles argumentos de otros invitados consiguieron me prendre par les sentiments y...heme yo, de repente, ensamblada en el enlace y pensando en cómo salvaba la situación: ropa, calzado, complementos.
Cuando me dijeron que estaba invitada, me llevé una sorpresa y lo único que se me ocurrió decir fue: "¡Oh gracias, pero no veo qué puedo hacer yo allí!”. Sin embargo, la cordial insistencia de la novia y los sutiles argumentos de otros invitados consiguieron me prendre par les sentiments y...heme yo, de repente, ensamblada en el enlace y pensando en cómo salvaba la situación: ropa, calzado, complementos.
Ese lunes levantó despejado, caluroso y, sin muchos preámbulos, salimos a cumplimentar con los recados: había que ir a buscar el
coche, un coche para nueve personas -cierta sorpresa al verlo-; recoger los zapatos al centro e ir a la peluquería. Al mediodía, comida frugal y sesión de plancha que, al final, contó con soluciones ingeniosas para rendir las rebeldes arrugas de la chaqueta. Prisas
de últimos momentos. Retoques rápidos y ligeros, el momento no daba para más.
Al llegar al punto del rendez-vous, los novios y familiares más cercanos aguardaban
fuera. Presentaciones afectuosas y al momento, la novia, que nos recibía a todos con le plus beau sourire, centró la escena. Mª Luisa lucía un precioso vestido de Sandro
de manga corta, cuello ligeramente alto, de encaje floral delicadamente transparente en color vainilla
que le quedaba maravillosamente bien. Junto a ella, el novio, Jordi, de traje oscuro -como
los demás señores de la familia-, ejercía también de anfitrión y Esteban que no paraba de corretear de aquí para allá.
Apenas tardamos en distribuimos en los coches. Viajamos juntos, la afable y
cariñosa tía del novio, Trini, que llevaba un fino vestido de
blonda oscuro y su joven hijo, José Luis, que vestía a
su moda. Rafa, testigo del novio, con su familia: Irene, su mujer, muy atenta
y cordial desde el primer minuto, y sus
gemelos, Marc y Joan, dos chicos guapos y bien educados. A mí lado, otro amigo del novio bastante bromista, Raúl.
Después de una media hora de trayecto, llegamos al pueblo donde tendría lugar el enlace. Los amigos
de la novia estaban ya allí, esperando la llegada de los novios.
La ceremonia, que fue engarzada de historia y poesía por la oficiante, tuvo lugar en la sala más noble del castillo, la sala de los caballeros, que Esteban no paró de recorrer hasta que su tío lo cogió en brazos y ya tranquiló en su regazo, y a partir de ese momento, siguió la ceremonia sin perder detalle. Al acabar, la madre de la novia, María, de un vestido azul de corte helénico, lanzó el tradicional Viva los Novios que resonó en la sala durante las felicitaciones y enhorabuenas de los asistentes. A la salida, una nube de pompas de jabón esperaba a los novios.
La ceremonia, que fue engarzada de historia y poesía por la oficiante, tuvo lugar en la sala más noble del castillo, la sala de los caballeros, que Esteban no paró de recorrer hasta que su tío lo cogió en brazos y ya tranquiló en su regazo, y a partir de ese momento, siguió la ceremonia sin perder detalle. Al acabar, la madre de la novia, María, de un vestido azul de corte helénico, lanzó el tradicional Viva los Novios que resonó en la sala durante las felicitaciones y enhorabuenas de los asistentes. A la salida, una nube de pompas de jabón esperaba a los novios.
Durante el aperitivo en los jardines, las charlas fueron animadas y así supimos que, tres de las invitadas teníamos nombres del norte de
España: Begoña, Edurne y Covadonga. Que la madre del novio, Pepi, con un airoso vestido negro y dorado rematado en
flecos, pensaba en su hija que, al estar a punto de dar a luz, no pudo asistir a la boda.Que el padre del novio había sido guardia civil. Que Emilio y Begoña son los padres de Matilda, una pequeñaja muy simpática. Que, a Trini le encantaba hacer y hacerse fotos. Que
algunas amigas de la novia esperaban para ya pronto sus bebés. Que Manuel se cuida de los jardines. Que Joan y Marc estudian música. Que Edurne, que es una magnífica dibujante, se pasó
el rato haciendo retratos a los
invitados que luego regalaría como recuerdo; que ...
El champán y los roces de las sandalias, "y eso que son bajitas”, me hicieron volver a coincidir con Irene siempre vital, amable y cordial con la que tuve el gusto de charlar de muchas cosas, también durante el banquete que se celebró, a continuación, en un patio muy coqueto lleno de flores y plantas de un restaurante très sympathique.
Los platos se sucedieron, los Vivas a los novios se repitieron y Pepi se arrancó a cantar en dos ocasiones y, en las dos, la emoción la venció y no pudo terminar como a ella le hubiera gustado. Trini, su hermana, nos contó después que, en su juventud, un representante quiso llevar a Pepi para Madrid, pero que sus padres no lo permitieron, era otra época.
El champán y los roces de las sandalias, "y eso que son bajitas”, me hicieron volver a coincidir con Irene siempre vital, amable y cordial con la que tuve el gusto de charlar de muchas cosas, también durante el banquete que se celebró, a continuación, en un patio muy coqueto lleno de flores y plantas de un restaurante très sympathique.
Los platos se sucedieron, los Vivas a los novios se repitieron y Pepi se arrancó a cantar en dos ocasiones y, en las dos, la emoción la venció y no pudo terminar como a ella le hubiera gustado. Trini, su hermana, nos contó después que, en su juventud, un representante quiso llevar a Pepi para Madrid, pero que sus padres no lo permitieron, era otra época.
Las horas fueron pasando y con ellas llegó la sobremesa, y ya los peques, cansados de tanto corretear, insinuaron a sus papás que era momento de retirarse. Luego, poco a poco, hicieron lo mismo el resto de los invitados.
De regreso, antes de devolver el coche, últimas
conversaciones, últimas anécdotas, últimos adioses e invitaciones afectuosos... Y así, casi susurrando, este intenso día de mariage fue tocando
a su fin en una cálida noche de verano.
Y ahora que ya todos hemos vuelto y escribo esta entrada para el blog, los recuerdos de aquellos momentos me traen
a la mente lo que dice la canción que "La
vida va y viene y no se detiene...," paroles que me sirven para cerrar esta
crónica personal de una boda no anunciada.
* “Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo…”, Octavio Paz.
1 comentario:
¡Qué bonito! Tu écris très bien et avec beaucoup de tendresse! C'est un très beau cadeau que tu nous fais avec ton écrit! Je vais l'imprimer et le collerai dans l'album de mariage! Un abrazo. Mª Luisa.
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