"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









domingo, 15 de mayo de 2022

«Todo lo hago nuevo.»



Las mañanas han cambiado. Ya está muy amanecido cuando salgo de casa. El sol está más alto. La luz tiene un brillo diferente y se refleja en los edificios; les da color y sombras.
El tráfico sigue intenso, distrae. 
Dejo de llevar la mirada hacia la luz. 
No consigo guiar los pensamientos. Ya he saltado a otro, a otros, y eso que el anterior me gustaba. Ha desaparecido.
Ahora me ocupo de lo que va a pasar en unos minutos. No es  que juegue a adivinar lo que me voy a encontrar, sino que intento recuperar la realidad que me rodea: la luz, el ruido, el piar de los gorriones,...
A esta señora la encuentro todas las mañanas. Trabaja en una de las farmacias de mi barrio, la que está detrás de mi casa. Nunca nos hemos saludado y eso que nos reconocemos. 
Este señor, el que se fuma su pitillo de buenos días, es el portero de un edificio de oficinas. Lleva una bata azul marino y, anclado en el suelo,  otea el frente con desafío. 
En la terraza del café de la esquina, la propietaria desayuna. Ya no está envuelta en una manta. Mastica despacio.
Un poco más adelante, en la otra terraza, conversaciones animadas a pesar de lo temprano que es.  La gente está bien despierta.
Cruzo la calle, paso a la otra cera.
-¡Buenos días Mary!


Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. […]
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Todo lo hago nuevo.»

 Lectura del libro del Apocalipsis (21,1-5a)