Cuando la casa se rebela y se pone pastas arriba, ¡qué Dios no coja confesados!, porque cuesta lo suyo dominarla y que todo vuelva a la normalidad. Los enseres, que hasta ese momento parecían elementos inmóviles e inertes, adquieren vida, como si estuvieran hartos de la escasa atención que les había prodigado hasta hora. La ligera patina de polvo que los cubría se ha vuelto furibunda, como el mar agitado por la fuerza de Eolo. Su alboroto, su plante les hace de improvisto relevantes, su protesta se torna en quebraderos de cabeza que se multiplican por doquier.
Carme, ante mi abatimiento, me dijo muy seria: “tu casa te está hablando, tendrás que prestarle atención y descifrar su mensaje”. Yo no sé si la he escuchado bien y si he descifrado bien su mensaje o no, pero lo cierto es que he tenido que dedicarle todo este mes de mayo, mes primaveral por excelencia del que me había hecho el firme propósito de disfrutar, ahora que todavía el calor no aprieta y se puede pasear o sentarse entre sol y sombra bajo la tutela de los parasoles de las terrazas. ¡Bueno, qué le vamos a hacer! Menos mal que todavía queda junio tanto para el paseo y como para la casa, que la cosa continúa...
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