Aunque,
a veces, escribo sobre los libros y la lectura, me interesan también otras ‘fragancias’
sobre las que no siempre escribo. Sin embargo, desde que llevo Le coin…, se me
acaban ocurriendo similitudes entre aquellos y elementos de la vida cotidiana y
de una de estas asociaciones sale este post para el Día
del Libro de este año.
Como tengo
una nariz bastante despierta, el otro día, al pasar por la sección de
perfumería y cosmética de unos grandes almacenes, se me ocurrió que entre los
libros y los perfumes se puede establecer ciertas analogías; no porque los libros
los elijo por cómo huelen, sino porque también los ‘llevamos puestos', se nos huelen, lo mismo que los
perfumes y porque, como los perfumes, los hay de todas clases, para todos los
gustos y para diferentes momentos; es por eso por lo que, no nos ponemos el mismo perfume por la
mañana que cuando salimos por la noche; como, de igual modo, en un momento determinado
nos apetece leer una historia y no otra.
Así, en algunas ocasiones, nos apetece aspirar un
perfume de notas frescas, florales, cítricas, como L'eau de cologne, donde las notas de bergamota se propagan por el aire
y lo refrescan. Como suspiramos por los libros que se lean rápido y bien, en
los que el autor cuenta una historia viva, donde los protagonistas no
encontrarán grandes obstáculos que les impidan
conseguir sus objetivos. Y si a estas historias, se les añade un toque romántico, unas notas de rosa o
jazmín, pero sin llegar a lo dulzón que
empalague, la historia te anima…
En ocasiones,
hueles esa fragancia de siempre, la que no caduca, la que no declina, la que no envejece – Chanel nº 5, que hay
señoras que lo llevan desde hace más de 60 años-, quizás por esa mezcla de
azahar, sándalo, jazmín, rosas, en justas proporciones; o quizás, por qué no,
sea su maestría en lograr el equilibro
perfecto entre diálogo y narración, entre descripciones y retratos; por
sus innovaciones narrativas que le han valido la admiración de todos; o por sus versos envolventes, vibrantes,
apasionados, de significados inmortales, que aguantan los decenios y los hijos
de los hijos la siguen, los siguen leyendo porque siempre han estado en la
librería, ya que, un día, en casa alguien también leyó y allí lo guardó hasta que luego nos habló con pasión de ellos, de ella. Y
desde entonces, la, les tienes fervor porque mejor…, ya no se puede. ¡Qué
manera de poner las emociones en concreto!, ¡qué manera de seleccionar la mejor
palabra del florilegio!, la más expresiva, la más sonora, la que equilibra, la
que no rompe, sino armoniza, la que da sentido a toda la composición!
A veces, suele suceder en ciertos momentos, que quieres volver a comprar un perfume que ya probaste; pero, por arrebatos del destino, cuando lo
vas a comprar te dicen que han
dejado de hacerlo, que lo han retirado del mercado. Como cuando quieres leer
aquel título que te quedó sin leer por aquel tiempo o porque has encontrado
unas referencias que aluden a él; y por
más que buscas e indagas ya no hay manera de encontrarlo porque está agotado, la editorial ya no reedita esos títulos, los ha descatalogados; su interés se centra en otro tipo de lecturas, o
porque que era una edición limitada hasta final de existencias.
Lo más curioso es cuando vas por la calle y te llega ese bálsamo, ese un aroma que te recuerda a una persona. “Ella olía así”. ¡Era
tan agradable o no el olor que
desprendía! Como hay libros que leerías de nuevo y de otros, ni un resumen.
Luego quedan
los ‘vahos’, que los hueles y se esfuman. Sales a
la calle, se ventean, y... ya no existen. La loción se ha sido sin deja sutil estela. El frasco te ha durado un suspiro. Como
los libros que los lees y al cabo de poco tiempo, ya ni recuerdas el título, y ¡mira
que era un buen tocho y tuvo un éxito llamativo!Estuvo de moda.
Y de tanto en tanto, lo que nos apetece de verdad es cambiar de perfume, cambiar nuestras
lecturas; sondear nuevas ventanas que nos transborden del mundo sensible al
mundo inteligible y viceversa porque, en esto de las esencias y las cuartillas, nos gusta andar de trajín.
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