Todas las veces que he decido ir a esos cines, por unas
cosas u otras, acabo llegando tarde. Ayer, a media tarde ya había terminado de trabajar
para poder disfrutar del día del libro, pero como había mucha gente, pensé que
una buena opción era meterme en el cine hasta que, un poquito más tarde, la
afluencia de gente fuera menor.
Cuando salí del trabajo, me puse a contestar
los whasatpps de las personas que me deseaban un Feliz día del Libro, solo levantaba la vista del teléfono cuando llegaba a los semáforos para cruzar las calles. En un momento
determinado, me choqué con un señor, que dejaba el puesto de libros que había en la acera sin mirar tampoco. Su señora lo acompañaba.
Perdone, - le dije, y seguí escribiendo.
No había andado ni quince metros,
cuando siento que alguien me toca el hombro y se planta delante de mí, era el
hombre con el que me había chocado, que hasta entonces no me había fijado en
que era un señor bastante alto y bastante gordo quien, con un llamativo acento yanqui, me dijo:
- You picked my pocket.
- ¡¿Yo?! Lo siento, pero yo no tengo nada suyo.
El hombre, aunque debió de ver la cara de desconcertada que
tenía y, mientras buscaba en los bolsillos
del pantalón, volvió a repetir:
- You picked my
pocket.
Yo no daba crédito a lo que me estaba pasando. Empecé a inquietarme. No sabía si llegaría a hacerle entender a ese señor que yo no le había quitado nada, de nada. Simultáneamente, miraba a la gente que pasaba, por si alguien
podía ayudarme. Nadie reparaba en la escena, ni en mi inquietud.
- No tengo nada, - le volví a insistir. Mire – y le abrí
mi bolso de mano. El hombre empezó a mover, con energía, el botellín de agua y el
periódico que había dentro. Por su puesto que nada encontró. Ni su monedero, ni nada que fuera suyo porque nada suyo había dentro.
Volvió a examinar sus bolsillos. Yo seguí su mano con la
vista. Hasta ese momento, no me había
fijado en que llevaba una camiseta negra y unas bermudas marfil de múltiples bolsillos. Entonces, deslizó su
mano hasta el bolsillo lateral de la pernera derecha de su pantalón, et voilà!!
Un portamonedas negro apareció del mismo.
El hombre se excusó:
- I’ m sorry. I’m very, very sorry! repitió muy lentamente. Yo no fui capaz de
decirle nada. A modo de sinceras excusas, me ofreció la rosa que acaba de comprar para su señora y que él
sostenía todavía en la mano.
Yo me veía incapaz de articular palabra, pero al fin, le dije que no era necesario y me marché.
Durante un tramo del trayecto, pensé en lo que me había
pasado. -Es algo inaudito, no es posible, -me repetía. Al cabo de un par de manzanas, me di cuenta de que se me había hecho un poco tarde, pero, por más prisa que me daba, parecía que mis piernas se agarraban al
asfalto y no avanzaba.
Cuando llegué al cine, Le passé ya había
comenzado, - para variar- pero entré de todos modos, tenía muchas ganas de descansar del sofoco
en la penumbra.
¡¿Qué le pasó a este hombre por la cabeza?! ¿Las películas de advertencia sobre los cacos que pasan en el metro? … Algo así debió ser, porque, desde luego que no se dio cuenta de que yo llevaba las
dos manos ocupadas: con una sujetaba el móvil, con la otra tecleaba.
En fin que, a veces, los sustos nos hacen osados.
En fin que, a veces, los sustos nos hacen osados.
Después de salir del cine, fui para las casetas de
libros. Todavía había mucha gente. Aún había
escritores firmando. Como a tramos, era casi imposible avanzar, decidí salirme
del ‘circuito central’ y, por el lateral, me llegué hasta La Central, que
también estaba a rebosar; pero allí, todos fuimos muy amables, nadie se empujaba,
todos esperábamos con calma a tener acceso a la estantería que nos interesa y
nuestro turno de caja.
No sabía bien, bien qué libro comprar, no tenía una idea predeterminada. Al final, compré dos libros, ninguno de actualidad: uno de Perec y otro de Wilde. El de Perec era el último ejemplar; el chico que estaba a mi lado se llevó uno y el que dejó, estaba un poco arrugado. Me han prometido cambiármelo después de esta semana.
No sabía bien, bien qué libro comprar, no tenía una idea predeterminada. Al final, compré dos libros, ninguno de actualidad: uno de Perec y otro de Wilde. El de Perec era el último ejemplar; el chico que estaba a mi lado se llevó uno y el que dejó, estaba un poco arrugado. Me han prometido cambiármelo después de esta semana.
Y así fue mi Día del Libro de este año, un poco 'movidito'. "That's all,
folks!!"
2 comentarios:
Está clarísimo. Por tu elegancia,te tomó por "Marnie la ladrona"... y claro, se buscó la excusa de la cartera para poder regalarte una rosa... el muy caradura, y delante de su mujer! ... ah, les hommes!
núria
Gracias, Núria, Gracias. Grosses bises.
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