Llego ya con tantas semanas de retraso, que he tenido que tomarme un rato para hacer memoria de los libros que había leído durante los pasados meses de invierno. Como me apunté a un curso de literatura francesa, los libros de los autores franceses que aparecen son, casi todos, de la lista de dicho curso. De todos modos, solo pondré aquellos que todavía no he leído, los otros, los que he releído, algunos en diagonal, no los voy a incluir, es el caso de La Fontaine, Fables; Balzac, Le père Goriot o Prévert, Paroles.
De todos modos, empecé por autor de aquí, Manuel Longares del que no había leído nada y eso que El oído absoluto es su novena novela. El oído absoluto es un título que no supe interpretar hasta que leí que, posee oído absoluto, para la música, el que identifica por su nota la sonoridad que percibe, es decir, -como puntualiza el autor- el que es capaz de distinguir lo auténtico. La novela que se compone de tres partes: “Épica”, “Lírica” y “Dramática”, más un preludio en dos capítulos y un breve epílogo, narra la historia de una familia durante la primera mitad del siglo XX, ligada a los libros y a la literatura, todo ello aderezado con multitud de citas de autores y como telón de fondo, el debate sobre el papel que juegan los autores en el despertar y fomentar el gusto por la lectura. A pesar de todo, lo primero que llama la atención de este libro es que está escrito con un estilo clásico, en el más sentido estricto del término, que sorprende mucho y que, al final, hasta se agradece.
Luego seguí con mi autor admirado Christian Bobin y Une petite robe de fête que me lo regalaron. Intento leer algo de Bobin a menudo, es maravilloso.
Después ya llegaron los libros del curso:
* Kamel Daoud, Meursault, contre-enquête, premio Goncourt du premier roman, 2015, que es un homenaje a L'étranger de Albert Camus, pero no se acaba aquí, sino que hay toda una serie de temas subyacentes.
* Charles de Baudelaire, Les petits poèmes en prosa, que me gustaron mucho, que son, en parte, una crónica de su época; por momentos, se diría que estos escritos parecían un cuadro impresionista, una pintura del natural -Pissarro, por ejemplo-.
De forma casual, por aquellos días, encontré en una librería La Fanfarlo (en español) una novela muy breve del mismo autor y como ahora me atraen los libros miniatura, me lo compré. También estupendo. Una historia clásica del burlador, burlado.
* Annie Ernaux, La place, obra con la que ganó el Premio Renaudot, en 1984. Está bien, su escritura es fluida, pero la historia -habla de su padre- ya me sonaba porque, antes había leído Une femme, en la que habla de su madre, por lo que encontré el mismo tono narrativo y sentimental de una hija.
* Marguerite Yourcenar, Nouvelles orientales una colección de diez relatos que antes había publicado en revistas y que deben su adjetivo al lugar donde ocurren: Serbia, Grecia, Extremo Oriente... y que algunos de ellos tienen su origen en leyendas y narraciones tradicionales de estos países.
Al hilo de esta lectura, leí, de esta misma autora, Le coup de Grâce, una novela corta, con un fondo que hace rumiar. De todos modos, tengo que recocer que Yourcenar no me emociona, es fantástica la calidad de su narración, pero para mí es algo fría.
Hasta aquí llegaron las lecturas de invierno, variadas, eso sí, pero prácticamente todas francesas. De este marcapáginas, se puede decir que, no es, ni mucho menos, el más exhaustivo que he hecho, pero aún me falta el de Semana Santa y, si me descuido, se me va a solapar con el de primavera.
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