"Mucho amaba la música, pero no era un maníaco del arte, y cultivaba sus buenos sentimientos leyendo muchos libros de esos que conforman la voluntad recta y haciendo todo el bien que podía. Su inteligencia era precoz como su habilidad de artista...
Débil de carácter, se dejaba imponer las costumbres y el uniforme de genio; pero en el fondo de su alma no se dejaba corromper. Tenía vanidad como todos, y se creía y se sentía un gran músico; pero no por lo que ya sabía hacer, que era lo que admiraban los necios, sus paisanos, parientes y amigos, sino por lo que llevaba dentro de sí, y no podían comprender sus imprudentes admiradores. Amaba mucho más sus sueños que los triunfos ruidosos que iba alcanzando. Por amor a su padre, que era el encargado de cobrar y tener vanidad, Ventura daba conciertos, que le valían ovaciones nunca vistas".
Leopoldo Alas, "Clarín", Las dos cajas.
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