María Pilar de Ibarra
En tu cuenco
Cuando pongo en tus manos lo que en las mías sobra
y te doy del crujiente pan que sirvo en mi mesa.
Cuando te entrego todo lo que poseo.
y te doy del crujiente pan que sirvo en mi mesa.
Cuando te entrego todo lo que poseo.
Cuando comparto mi alegría, mi sufrimiento.
Cuando te doy todas mis horas y me entrego yo misma,
acaso espero que tus labios me proclamen
tu bienhechora, pues nada me reservé.
acaso espero que tus labios me proclamen
tu bienhechora, pues nada me reservé.
Sin recordar que todo lo que te di era tuyo.
Que para compartirlo pusieron en mis manos
la razón de mi ser, los talentos, la vida.
Que tú partes conmigo el hogar y la dádiva,
la que en tu cuenco puse y la que en tus ancestros
guardabas para mí, quizá sin intuirlo.
Que me abriste la puerta de la choza, de tu pecho,
y en él tenías el mismo amor
que trae la buena nueva, el que Cristo llamara
su mandamiento. Que eres evangelio y testigo.
Que la espiga en tu predio apunta verdeante.
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