XAVIER SABATA Y FORMA ANTIQVA
Hay días en los que una está de suerte. Llegué con cierta antelación, pero al ver la cola que había, se me antojó que conseguir entradas para este concierto iba a ser misión imposible, pero al final alguien no pudo recoger sus entradas y llegaron a mis manos, chouette!
Entramos corriendo porque el concierto estaba a punto de empezar. Me tocó en el extremo de una fila, la sala estaba abarrotada. A mi izquierda una niña de unos siete años, al lado su mamá y su hermana un poco más mayor. Me llamó la atención encontrarme con un público tan menudo en este tipo de conciertos.
Una luz iluminaba los instrumentos de época del escenario: un clavicémbalo, una guitarra y una tiorba. Aparecieron los músicos. El concierto comienza. La sala sigue más iluminada de lo que suele ser habitual. Piezas de Monteverde, Cavalli, Landi, Ferrari… en formato breve, interpretadas por Xavier Sabata, contratenor, acompañado por el conjunto de música barroca Forma Antiqva, los hermanos Zapico; Miren Zeberio,violín y Alejandro Villar, flauta.
El público sigue con deleite la interpretación de las piezas y del "libreto" que nos ofrecieron en la entrada. De vez en cuando, hay risas.
El público sigue con deleite la interpretación de las piezas y del "libreto" que nos ofrecieron en la entrada. De vez en cuando, hay risas.
La niña de mi izquierda se recolocó en su butaca. Al poco tiempo, sacó una libreta y se puso a dibujar con una pintura de dos colores, rojo y azul. Estuvo prácticamente todo el concierto consagrada a esta labor. Cuando acabó, su cara denotaba satisfacción. Enseñó a su madre y a su hermana la bonita muñeca con coletas que había dibujado. Amablemente le dijeron que callara, que esperara un poco. Se recolocó de nuevo en su asiento y dejó que le echara un vistazo al dibujo, nos sonreímos. Acabamos de escuchar el concierto.
El público entusiasmado no paraba de aclamar y de aplaudir a los interpretes. La niña también aplaudía, no había duda de que estaba acostumbrada a ir a conciertos de música clásica y no aburrirse. ¡Qué fenomenal trabajo de su madre! - pensé.
El público entusiasmado no paraba de aclamar y de aplaudir a los interpretes. La niña también aplaudía, no había duda de que estaba acostumbrada a ir a conciertos de música clásica y no aburrirse. ¡Qué fenomenal trabajo de su madre! - pensé.
Desde luego fue una noche de complacencia para los sentidos.
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