Monet: Impression soleil levant. |
Cada vez que veía este cuadro de Monet, pensaba que este sol no era de estas latitudes, que era de otras o que, tal vez, Monet lo había pintado como le había apetecido. Pero la otra tarde, viniendo de Valladolid para Medina, a medida que avanzábamos por la carretera, el sol se convirtió, como en el cuadro, en una enorme esfera enrojecida que exhalaba sus últimos rayos al firmamento para que éste se prendiera de una gama de colores propia de la paleta de los más geniales pintores. Este sol sereno, sosegado, tranquilo, que llenaba el horizonte, permitía que lo miráramos de frente sin dañar las miradas. En un silencio ensimismado, íbamos recorriendo el páramo deseando, que por una vez, Coruñeses no llegara para no perdernos ni el más rezagado de los resplandores. Y, como si atendiera a nuestros deseos, el espectáculo nos acompañó hasta la primera curva, justo antes de empezar la bajada que ya sombría convirtió el paisaje en anodino; hasta que de nuevo, al desembocar en la recta, oteamos la torre de Santa María envuelta en las últimas luces de este inusitado ocaso. Inolvidable.
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