No es que coja mucho el metro; puedo ir, a casi todos los sitios a pie, pero a las conferencias a las que estoy asistiendo me quedan al otro lado de la ciudad y, ante esas distancias y el frío que hace, un medio de transporte se impone.
Al finalizar la conferencia, con la cabeza llena de nombres de autores, muchos de los cuales resonaban en mis oídos por primera vez y con la impresión, o más bien la certeza, de que no sé nada, apenas, y lo mucho que me falta por aprender pero que, tal vez, no me dé de sí el tiempo; llegué a la boca del metro, donde el ambiente estaba muy animado: había muchos chicos y chicas que se contaban mil y una delirante anécdotas, mientras calentaban para su footing vespertino, a pesar de la baja temperatura. Al correr, el frío se va.
Bajé el primer tramo de escaleras, giré la izquierda para bajar el siguiente y, allí, contra la pared, pero en el otro tramo de escaleras que queda justo en frente, estaba sentado hacia la mitad de los peldaños, un hombre joven oriental. Desde arriba, creí que estaba descansando, pero a medida que fui bajando para subir las escaleras de enfrente en las que él se encontraba; me di cuenta de que su postura no era precisamente de descanso: pierna izquierda todo lo larga adelantada, pierna derecha flexionada, el codo de su brazo derecho se apoyaba en su rodilla derecha y, con su mano derecha, se agarraba el pelo con la fuerza suficiente para hacerle girar la cara hacia la izquierda. Le miré la cara pero, al chocar con su mirada, enseguida aparté la vista. Sus ojos estaban clavados en un punto fijo, en ese punto lejano, profundo como el de las oscuras aguas del mar. Los ojos bastante abiertos parecían que le brillaban. El rostro, impasible. Pasado un instante, volví a mirar por si había habido un cambio, pero seguía la misma mirada inerte, la misma contorsión.
Mientras subía me preguntaba que qué se podía hacer, decir, si era tal vez, mejor callar...
Cuando estaba casi arriba, me giré otra vez y vi de nuevo la misma figura en la mima postura.-¿ De qué calibre serán las tribulaciones que se han apoderado de este hombre que lo tienen abatido en las escaleras del metro ?
Una chica joven bajaba, ella se lo iba a encontrar de espaldas. Nada se oía, solo sus pasos. Tampoco le dijo nada.
* " De nuevo te levanto vida, sobre mis hombros". Pablo Neruda, Oda a la vida.
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