Dante se encuentra, al rey de Ítaca, Ulises, el eterno viajero:
[...] ni la dulzura del hijo, ni la piedad por el viejo padre, ni el amor que debía hacer feliz a Penélope, pudieron vencer dentro de mí al ardor que tenía que convertirme en experto en el mundo, en los vicios humanos y en el valor. Así que me puse por bandera el mar abierto, solo con un barco y con la sola compañía de aquellos pocos que jamás me abandonaron.
Dante, La Divina Comedia.
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