Ir a Ginebra es siempre muy agradable y volver a ver a mi amigo Santiago es un placer. Hace mucho que me había invitado a Leysin, a su casa de la montaña y hasta estos días, no había podido ser. Fue un fin de semana sensacional en las montañas. Nunca había vivido en un pueblo a tanta altura. Para llegar a su casa tuvimos que coger un pequeño tren verde muy lindo de una sola vía, era impresionante pasar tan cerca de las montañas y ver, desde la pendiente, los valles por la noche, ¡qué frescura! Su apartamento es estupendo porque, desde la terraza se ve amanecer y te llenas de paz: la luz, el silencio. Las puestas de sol son igualmente maravillosas, emocionantes. Al día siguiente, por la mañana, caminamos un buen trecho, aún subimos más y las vistas seguían siendo extraordinarias a esas alturas. Después llegamos hasta las pistas de esquí. Allí había un grupo que estaba haciendo parapente. ¡Qué bonito verlos! Por la noche, fuimos a cenar a un restaurante. Antes, en la zona común de los apartamentos, habíamos tomado un aperitivo comunitario con los vecinos internacionales que tiene. Todos hablando francés, alguno se atrevió con el español, todos muy simpáticos y afables. Parte de la conversación se centró en el incendio de un viejo chalet que no estaba lejos de allí.
Al día siguiente, bajamos otra vez con el tren verde hasta Aigle para ir a los baños termales de Lavey. Es impresionante porque las piscinas están al aire libre rodeadas de las montañas. Si ahora impresiona, me imagino cuando haya nieve.
Un final de la mañana, nos volvimos para Ginebra.Otro rincón de Suiza que pude conocer y disfrutar gracias a mi entrañable amigo Santiago. Un abrazo.
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