XII
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡ No mueras, te amo tanto!"
pero el cadáver, ¡ ay!, siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
"¡ No nos dejes! ¡ Valor!
¡ Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver, ¡ ay!, siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: "¡ Tanto amor y no poder hacer nada
contra la muerte!"
Pero el cadáver, ¡ ay!, siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos, con un ruego común:
"¡ Quédate hermano!"
Pero el cadáver, ¡ ay!, siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
César Vallejo, España, aparta de mí este cáliz,
1939.
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