“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Sin embargo, esta mañana, la niebla fue ganando terreno horas antes del amanecer y a la primeras luces del alba se tragado la torre de Santa María, la de Santiago y la de Santa Cruz sin grandes ademanes y, con ellas, todo lo demás. La niebla de Medina es ley severa.
A pesar de la cara del tiempo, no pude resistir salir a pasear, esta vez, por el pueblo; los soportales, el Parque, el Paseo cuyos llorones sauces, lánguidos, soportan sus pesadas ramas colmadas por las gotas de rocío. ¡Cómo me gusta esa sensación de fresco en las mejillas y en las manos! Hice fotos, fotos de sitios que hasta ahora no había pensado que fueran objeto de mi cámara. Se fueron pasando los minutos, no encontré a casi nadie, era un poco pronto.Volví a casa, terminé de preparar el equipaje. Cerré la puerta y salí. La sensación de frío era mayor que antes, la gente llegaba de correr o de dar el paseo matutino con la cara roja de frío.
Llegué a la estación de autobuses y, por esta vez, la silueta de la torre de Santa María que me despide siempre, solo se podía adivinar entre la muselina de niebla.
Cuando nos alejábamos del pueblo, la niebla persistía y daba un color grisáceo a la pajas de los campos que todavía no habían sido violentados para la siembra. Al subir para el páramo, el espectáculo fue otro: estaba empezando a despejar a corros y, a corros, las reverberaciones, los rayos del sol se empezaban a filtrar por sus choques con las densas gotas de agua de la bruma. Era bonito. Poco a poco, a medida que nos íbamos acercando al aeropuerto, el cielo azul iba ganado enteros a los reflejos de luces que parecían manar, en vertical, de la tierra, de los cavones. A la niebla no le quedaba otra que marchar aguda a otras parcelas. El sol se fue asentando en el horizonte y el puro azul ocupó el cielo al completo. ¡Qué bonita mañana de contrastes!
*** Quiero mantener el recuerdo de mi madre, cuando me acompañaba a la estación de autobuses para compartir todavía unos minutos más y despedirnos otra vez desde allí. ¡Qué duro era dejarla allí!, pero siempre me animaba ver como cualquier persona del pueblo la saludaba y hablaba con ella, al menos ese rato hasta que arrancaba el autobús. A veces, la vía irse con su bastón, sola por la acera de la carretera. Mi vida ha sido una vida de partida, siempre yendo a otro lugar dejando a las personas queridas en Medina.
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