Tal vez esta noche sea la más maravillosa en las casas, especialmente si hay niños. Los niños creen en la magia de los Tres Magos a los que hay que escribirles una bonita carta con buena letra y asegurarles que hemos sido buenos durante este año que atrás queda, para que estos tres bonachones den oriente a nuestros anhelos. Qué asombroso pensar que estos tres sabios, representantes de razas y pueblos, siguieron una estrella hasta encontrar lo que venían buscando para ofrecerle, cada uno de ellos, un presente: oro, incienso y mirra. Lo mejor de lo mejor. Y quizás, sin darnos cuenta, copiando sus maneras, nuestros regalos sean de lo bueno, lo mejor porque lo mejor acompaña los regalos que ofrecemos y lo mejor sale del que los recibe. Y así, de todo lo bueno, fuera la mirra lo más pertinente, puesto que no sería oro lo más difícil de concedernos sino incienso.
Acaso haya sido esta esencia de lo excelso, de lo especial, de lo superior y, a sabiendas de que, a menudo, les pedimos casi imposibles, lo que haya hecho que mi Carta de Reyes de este año, sea sucinta, sin grandes oropeles pero muy concreta.
Acaso haya sido esta esencia de lo excelso, de lo especial, de lo superior y, a sabiendas de que, a menudo, les pedimos casi imposibles, lo que haya hecho que mi Carta de Reyes de este año, sea sucinta, sin grandes oropeles pero muy concreta.
...y, después de haber sacado lustre a los zapatos y de haber dejado sustentos para tan ilustres y generosos visitantes, nos vamos a descansar un rato, a esperar que, mañana, después de esta noche mágica, nuestras peticiones se hayan cumplido.
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