"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









sábado, 18 de octubre de 2014

Montenegro (Comedias bárbaras) Ramón María del Valle-Inclán



Las Comedias bárbaras narran el esplendor y la decadencia de una estirpe galaica de altivos y despóticos señores feudales encarnados en la figura de Don Juan Manuel Montenegro. Nuestra versión arranca con las primeras escenas de Romance de lobos cuando el Caballero, atormentado por la culpa y funestos presagios de muerte, decide embarcar hacia Flavia Longa donde acaba de morir su esposa Doña María. Durante la travesía evocará su desenfrenada historia en un recorrido retrospectivo por las más destacadas escenas de Cara de Plata y Águila de Blasón.  
Escritas bajo los presupuestos de la estética simbolista plantean retos de puesta en escena imposibles para la realidad teatral de su tiempo que aún siguen suscitándose con el controvertido asunto de cómo llevar a las tablas estos textos rebosantes de complejas e irrepresentables acotaciones. Ahora bien, si por un lado don Ramón escribe estas obras fundamentalmente para la ensoñación del lector en sintonía con las tesis idealistas que consideran como mejor representación aquella que cada cual imagina cuando lee, su condición de hombre de teatro confiere a estos textos una  extraordinaria e inspiradora potencialidad escénica que provoca, ¡y de qué modo!, la imaginación creadora de sus eventuales intérpretes.
Y es que Valle no sólo es literatura, deslumbrante literatura, sino también uno de los más grandes renovadores de la escena europea del siglo pasado, un dramaturgo genial que logra trascender el estrecho marco del drama psicológico para proponer un teatro de impacto y conmoción con personajes movidos por arrolladoras fuerzas primarias como es el caso de esta trilogía que aquí presentamos: un colosal  monumento dramático que parte de las sagas heroicas de la tragedia griega, se detiene a beber en fuentes lopescas y shakesperianas y, finalmente, tras recoger algunos postulados de la ópera wagneriana, termina prefigurando ese género creado por el propio don Ramón que conocemos como Esperpento. 
Nuestra apuesta, en fin, ha optado por zambullirse de lleno en este mundo bárbaro y poético renunciando a toda pretensión de traslación  literal –ahí siempre perderíamos la batalla- para, por el contrario, conformar con los actores un lenguaje autónomo y específicamente teatral a partir de la palabra de don Ramón: una palabra que da cuenta del apogeo y la decadencia de un hombre que emprende un viaje expiatorio de arrepentimiento y redención hasta su inmolación junto a un grupo de mendigos: las voces encendidas de los desposeídos confrontadas a las de los herederos del Mayorazgo, lobos degradados de un linaje que renunció a los valores de la épica feudal por una codicia devastadora cuyos aullidos anuncian una nueva era salvaje y banal… 
“¡Malditos estamos! Y metidos en un pleito para veinte años.”  Con esta frase se cierra la trilogía, una frase que el autor de Luces incorporó mucho después de las primeras ediciones, cuando ya el ominoso siglo veinte empezaba a apuntar maneras. “¡Malditos estamos! Y metidos en un pleito para veinte años.”  El Esperpento, esa cosa tan nuestra.

Ernesto Caballero.


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