Este año, he cumplido un número de años razonable y me daba ilusión ir unos días a Viena, la gran capital europea, puerta de entrada de Oriente. Se lo propuse a mi amigo Santiago y le pareció bien, hay personas que siempre hacen las cosas fáciles y duplican las alegrías. Para mí, esta salida era un reto porque llegaba varias horas antes. Llegué al mediodía. Encontré con facilidad la parada del autobús que me llevaba " a casa". El alojamiento estaba muy cerca de la parada del autobús, llevaba la clave de la entrada de la puerta exterior y del rellano del segundo piso en el móvil. Me di cuenta de que hubiera sido mejor tenerla también anotada. Todo funcionó a la primera y bajé a comprar fruta. Luego me preparé para hacer una visita a la ciudad a la que me había apuntado. No tuve problemas para encontrar el punto de encuentro. El guía era austríaco y nos dio una visión particular de la ciudad, aunque no fue muy extensa. Lo bueno es que empezamos la visita de día y la terminamos de noche bajo las luces. Luego fui a buscar a Santiago a la parada. Dimos una vuelta por el centro histórico de la ciudad y cenamos en una taberna típica a tomar un Schnitzel (escalopa rebozada). Al acabar, nos acercamos a la zona de la catedral a tomar un postre en la terraza de Demel.
Al día siguiente, cogimos el metro para visitar el inmenso palacio de Schönbrunn residencia de los Habsburgo. Tuvimos que esperar porque había mucha gente. Mientras llegaba la hora de la visita, nos dio tiempo a tomar una comida frugal y a dar una pequeña vuelta no muy cómoda porque en el enorme patio estaban instalando el mercadillo de Navidad. Después de recorrer parte de las 1441 habitaciones, paseamos por los jardines, la tarde era muy agradable.
Por la noche, fuimos a un concierto " para turistas" en la sala Sala Dorada, Goldener Saal, del Musikverein, sala en la que se celebra el Concierto de Año Nuevo, íbamos a ir a otro concierto pero Alicia nos animó a que fuéramos a este sitio cuya la sala de conciertos es impresionante. A la salida, fuimos a tomar una deliciosa salchicha al kiosco que está debajo del museo Albertina Bitzinger Würstelstand que tiene, en el tejado, por mascota a una liebre.
A la mañana siguiente, fuimos al Palacio Belvedere al Superior y al Inferior ya que este palacio se ha convertido en el museo de arte austríaco desde la Edad Media hasta la actualidad y porque alberga 24 obras de G. Klimt, entre ellas El beso y Judith. En la sala de El beso había muchísima gente y fue difícil ver el cuadro. Antes de ver las salas de Klimt, vimos la exposición del pintor ghanés, Amoako Boafo. Proper Love; es su primera exposición en Europa, en la que destacaban los retratos de sus amigos, conocidos y figuras públicas, y otras obras. Llama la atención su técnica, ya que pinta con los dedos y sus cuadros quedan llenos de pinta.
Al salir del Palacio Berverder, fuimos a comer, decidimos acercarnos al centro. En todos los sitios, había cola y se hizo tarde, creímos que no nos darían de comer, al final preguntamos en un típico café vienés donde, el ambiente familiar y de grupos de amigos muy agradable nos acompañó durante la comida. La mayoría de los clientes eran asiduos porque los llamaban por el nombre. A la salida, se fue haciendo de noche, paseamos por los largos boulevards y, en una placita, entre las sombras del atardecer y la de los árboles centenarios, nos encontramos con un edificio muy bonito con unos carteles de cuadros en la fachada, que nos llamó la atención; entramos y nos dimos cuenta de que era una especie de universidad con unos bonitos y solitarios pasillos, en un cartel leímos lo que era; Akademie der Bildende Künste Wien. Subimos hasta que encontramos la entrada al museo que alberga obras de maestros de la pintura desde el S. XIV hasta el XIX: El Bosco, Lucas Cranach, Rembrandt, van Dyck, Botticelli, Rubens, Tiziano, Murillo y Guardi. Una maravilla. Las personas que se ocupan de este bonito espacio fueron muy amables. Nos dimos un poco de prisa al final porque iban a cerrar. Al salir, encontramos una tienda preciosa con muchas cosas de Navidad: bolas, marionetas, árboles y muchas cosas más, imposible no comprar algo. Nos lo envolvieron en sobres de papel grueso.
Al salir, nos dirigimos hacia la ópera a ver y escuchar La Bohème de Giacomo Puccini. Había mucha gente y todos muy emocionados por estar en este majestuoso edificio. Mucha gente se hacia fotos en los múltiples rincones del vestíbulo, la galería, la escalinata, el café,...Las entradas que encontramos eran en la segunda fila de un palco. Delante de nosotros, había una pareja que me llamó la atención y me inventé su historia: una persona joven cargada de accesorios de marcas carísimas y otra de mediana edad enamorada que estaban disfrutando de esta historia de amor, celos, pobreza, enfermedad y pérdida, en el París bohemio del siglo XIX...
El último día por la mañana, paseamos mucho hasta llegar a la zona de la Iglesia votiva, el Ayuntamiento, fuimos hasta la plaza de los Héroes. Luego buscamos un sitio para comer, en el Café Central fue imposible, había una cola muy grande. Después, pudimos comer muy bien en Zum Schwarzen Kameel.
Luego ya nos fuimos al aeropuerto, con un poco de melancolía por no haber podido visitar más museos, más cafés famosos y con el sueño dudoso de poder regresar.
Fueron unos días estupendos de otoño en esta monumental ciudad, capital de la cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario