Al día siguiente fuimos a Comillas a primera hora de la mañana con la intención de ver El Capricho. Al llegar, llovía bastante y una señora que viajaba con nosotros, nos dijo que visitáramos también el palacio de Sobrellano y, bajo un chaparrón intenso, subimos hasta allí. La visita guiada nos mostró la vida del palacio y de la familia de los Marqueses de Comilla, de sus negocios y de sus ilustres amistades. La guía también nos aconsejó que fuéramos a visitar el Seminario Mayor que, después de la rehabilitación, se puede visitar. Merece la pena subir la colina por la serpenteante carretera bajo la lluvia. Nos gusto mucho. Al salir, un chubasco con viento fuerte, nos hizo esperar a cubierto hasta que paró. Bajamos y fuimos ya a comprar las entradas. Como habíamos tardado tanto en ir y había tanta gente ese día en Comillas, nos dieron a las seis. Fuimos a comer, pero encontrar un sitio nos costó bastante, había muchos turistas en Comillas. Luego paseamos por esta bonita ciudad hasta la hora de la visita. El Capricho es muy coqueto, me recordó a la casa Vicens, pero más acogedor. Los jardines muy bonitos también.
Al día siguiente, fuimos a Santillana del mar a primera hora porque queríamos ir a la Cuevas de Altamira, pero fue imposible encontrar un taxi y, aunque están a solo dos kilómetros, bajo la lluvia intensa, no era una opción ir caminando. Visitamos, entonces, la colegiata que merece la pena y paseamos por las calles empedradas de esta ciudad que no son nada cómodas después de un rato. Me tomé un vaso de leche y un sobado en Casa Quevedo, después de hacer una cola larga bajo la lluvia. Después de comer, fuimos a comprar unos dulces a las Clarisas. ¡Riquísimos!
Nos ha gustado mucho Santander. Para volver.



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