REPERTORIO
Benet Casablancas: Tres epigrames (2001) 14′.
Ludwig van Beethoven: Concierto para piano n.º 4 en Sol, op. 58 (1805-1806) 35′.
Arnold Schönberg: Variaciones para orquesta, op. 31 (1926–28) 20′.
Richard Strauss: Don Juan, poema sinfónico, op. 20 (1888) 20’.
Ludwig van Beethoven: Concierto para piano n.º 4 en Sol, op. 58 (1805-1806) 35′.
Arnold Schönberg: Variaciones para orquesta, op. 31 (1926–28) 20′.
Richard Strauss: Don Juan, poema sinfónico, op. 20 (1888) 20’.
ARTISTAS
Josep Colom, piano.
Ludovic Morlot, dirección.
Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC).
Ludovic Morlot, dirección.
Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC).
Los Tres epigramas que el maestro Benet Casablancas compuso en 2001 inaugurarán un concierto en el que la tradición dialoga con la innovación compositiva; experimentación especialmente afilada -por sus pretensiones renovadoras- en las Variaciones para orquesta de Arnold Schönberg, que el compositor barcelonés tuvo muy presentes.
También Beethoven fue un revolucionario, por mucho que hoy en día parezca más “accesible”. Josep Colom, pianista mayúsculo, afrontará una partitura representativa de la riqueza semántica del padre del Romanticismo: su Concierto para piano n.º 4 en Sol. Partitura de amplio espectro que incorpora la expresión más feroz de la potencia creadora, pero también la sutileza de quien dialoga con el silencio y parece armonizarlo.
La subjetividad desatada volverá a aparecer en la narración sinfónica de las aventuras y fechorías de Don Juan en las proximidades de finales del siglo xix; un siglo fascinado -desde el inicio- por la transgresión del espíritu del Don Giovanni mozartiano. La suntuosidad orquestal y el poder de evocación Richard Strauss serán desplegados por la OBC bajo la dirección de Ludovic Morlot.
Siempre es un momento interesante, entrar en la sala de conciertos y ver como los músicos afinan los instrumentos, hacen pruebas de sonido y como, poco a poco, se van llenando las butacas, las conversaciones previas al concierto y como se ha vestido la gente para pasar una tarde de especial.
De esta tarde, lo que más me ha llamado la atención ha sido que, en el momento de los bises para el pianista, todos los músicos que bastantes más joven que el intérprete, miraban, con gran admiración, como deslizaba las manos sobre las teclas sin mover una pestaña y, no cambiaron de postura durante el rato que duró el bis y entusiasmo de los aplausos del público se unió a las agitaciones de sus arcos de los músicos de cuerda.
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