"EL SABER SE DEBE TANTO AL INGENIO COMO AL GUSTO."









jueves, 2 de diciembre de 2010

CUANDO PARA LLORAR, LEO


Una mañana fui a casa de Victoria, la modista. Llamé a la puerta, nadie abrió. Me imaginé que, Victoria estaba aún en la compra, que ya no tardaría.
Para hacer tiempo, se me ocurrió ir a la biblioteca, sólo tenía que cruzar la plaza. Nada más entrar, fui a la sección de autores actuales, empecé a buscar algún título que me atrajera. Estaba tan concentrada en esta tarea que no me di cuenta de  que alguien se me acercaba. Me giré al oír la voz amable de una mujer.

-Quiero un libro que haga llorar. – dijo una señora de unos 70 años.

-Es una petición poco frecuente. -dije.

En un acto reflejo, me volví a girar hacia los libros para buscar alguno de los que había leído, que fuera triste.

-Se me ha muerto un hijo -añadió la señora con la misma voz neutra como para explicar el porqué de su petición. Me volví y miré a la señora, la conocía de vista, pero tardé unos segundos en realizar lo que estaba oyendo y, sin embargo, no supe qué decir.

Al momento, se nos acercó el hijo que la había acompañado a la biblioteca.

-Se me ha muerto un hijo de 52 años- dijo de nuevo-. El  hijo apoyó sus manos en los hombros de su madre en un gesto protector y al mismo tiempo de disculpa hacia mí, no quería que su madre me molestara.

Busqué, con cierta premura, un libro triste. Los segundos que tardé en recorrer con la mirada los estantes, se me hicieron largísimos. Me estaba costando recordar cuál era el libro más triste que había leído de los que allí estaban, no veía ninguno. Los títulos que tenía delante no me decían nada.
Por fin, en la fila de detrás aparecieron varios y pude decir: Tokio Blues de Haruki Murakami es muy triste, pero denso; también es triste La carretera de Cormac Mccarthy, -le conté brevemente el argumento- o si no,  La herencia de Eszter de Sándor Márai, la historia es más "ágil”.

- Mejor uno más sencillo, no hace mucho que ha vuelto a leer – añadió su hijo-, quien cogió los libros, fue al mostrador de préstamos y ofreciendo el brazo a su madre, se marcharon dándome las gracias.

Estuve pensando un momento si había sido una buena recomendación, si La historia de Eszter  y La carretera serían lo suficientemente tristes. Esta señora me había confundido con Isabel, la responsable de la biblioteca, y yo no estoy  tan acostumbrada a recomendar libros.
Al poco rato, salí de la biblioteca yo también, sin ningún libro. Volví a casa de Victoria, recogí los pantalones y en el camino de vuelta a casa, empecé a recordar a la señora de la biblioteca, su mirada, sus parcos movimientos, su voz… todos ellos transmitían una serena pero honda tristeza.

¿Mira que si realmente encuentra las historias tristes y pasa un mal rato, por mi culpa? - me dije-. ¡Qué rápido había sido todo!, sólo me centré en buscarle libros.
Pensé mucho tiempo en cómo se debía sentir esta señora, pero creo que sólo en parte puedo alcanzar a imaginármelo.

Ahora, pasado ya un tiempo, al recordar a esta señora, se me alcanza que menos mal que tenemos la lectura como consuelo  y alivio de los males del alma y que hay veces en las que los libros nos devuelven a la Vida y hay otras en las que la Vida nos devuelve a los libros.



3 comentarios:

claudie dijo...

me encanta este texto... Me conmueve mucho... Qué más decir...

Berta Prats dijo...

vaya.. "los libros nos devuelven a la Vida y la Vida nos devuelve a los libros", palabras de alguien realmente devoto y agradecido a la literatura. A menudo lo he oído decir de la música, que cuando uno está triste insiste en escuchar canciones aún más tristes, pero supongo que cada uno escoge el método para cosolarse. Me encanta, muy buena entrada!!

Anónimo dijo...

Qué talento tienes !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Este texto me recuerda una situación muy especial. Hace 7 años se murió mi padre y fui a una librería para comprarle un libro a mi madre. Dije al vendedor: "es para una persona que acaba de perder a su marido". No podía decir "es para mi madre, acaba de morirse su marido... mi padre..." Este texto me conmueve mucho... Habrá cierta identificación al hijo de la señora... y veré en esta señora a mi madre... Para eso, sirve también la Literatura.
Repito, este texto me encanta, me conmueve, me "habla"...